Lecciones sobre cómo mentir sobre Irak
El problema no es propaganda sino el control implacable sobre lo que pensamos
Brian Eno
Domingo el 17 de agosto de 2003
The Observer
Cuando visité Rusia, en 1986, me hice amigo de un músico cuyo padre había sido el doctor personal de Brezhnev. Un día estábamos hablando sobre la vida durante 'el período de estancamiento' -la era de Brezhnev. 'Debe de haber sido extraño vivir completamente sumergido en la propaganda', le dije.
'Ah, pero ahí está la diferencia. Nosotros sabíamos que era propaganda', contestó Sacha.
Ésa es la diferencia. La propaganda rusa era tan obvia que la mayoría de los rusos no le prestaban atención. Daban por sentado que el gobierno actuaba según sus propios intereses y que cualquier mensaje que viniera de él venía sesgado, por lo que no lo tomaban en cuenta.
En Occidente la manipulación calculada de opinión pública al servicio de los intereses políticos e ideológicos es mucho más solapada y por consiguiente mucho más eficaz. Su triunfo más grande es que nosotros generalmente no la notamos -o nos reímos de la mera noción de su existencia. Vemos el proceso democrático desarrollándose -debates acalorados en los que sentimos que podemos tener voz- y pensamos que, porque tenemos 'libertad de prensa', sería difícil para el Gobierno difundir falsedades sin que nadie lo denuncie.
Fue necesario algo tan dramático como la invasión de Irak para hacernos mirar con más atención y preguntar: '¿Cómo llegamos aquí? ' ¿Cómo es que en un mundo amenazado por el SIDA, el calentamiento global, más de 30 guerras activas, varias hambrunas, clonación, ingeniería genética, y dos mil millones personas en la pobreza, prácticamente de lo único que hablamos durante un año es de Irak y Saddam Hussein? ¿Realmente es un problema tan grande? ¿O fuimos manipulados de algún modo para creer que el problema de Irak era importante y tenía que ser arreglado de inmediato -aunque unos meses antes casi nadie lo había mencionado, y nada ha cambiado en el interim?
Después de los eventos del 11 de septiembre, parece claro ahora que el susto de los ataques fue explotado en América. Según Sheldon Rampton y John Stauber en su libro "Weapons of Mass Deception" (Armas de Engaño Masivo), el ataque fue usado para crear un estado de emergencia que justificara una invasión a Irak. Rampton y Stauber exponen cómo se fabricaron las noticias e hicieron que pareciera real. Pero los autores también demuestran cómo una unión de quienes detentan el poder -oficiales de extrema derecha, contubernios de neo-conservadores, comentaristas insanamente guerreros en los medios de comunicación y compañías de RP bien pagadas- trabajaron duro para fabricar un producto sensacional de deshonestidad intelectual. El suyo es un estudio de propaganda moderna.
Lo que uno se da cuenta leyendo este libro es que el nuevo acercamiento americano al control social es tanto más sofisticado y penetrante que realmente merece un nombre nuevo. Ya no es sólo propaganda, es 'prop-agenda '. No es tanto el control de lo que pensamos, sino el control sobre qué cosas pensamos. Cuando nuestros gobiernos quieren vendernos un curso de acción, lo hacen asegurándose que sea la única cosa en la agenda, la única cosa sobre que todos hablamos. Y ellos predeterminan la discusión resultante con las imágenes favorablemente seleccionadas, el uso tangencial y prejuicioso del idioma, conexiones dudosas, informes falsos de 'inteligencia' y filtrajes de información seleccionados. (¿Qué otra cosa es el affaire entre la BBC y Alastair Campbell?)
Con el terreno así preparado, los gobiernos están contentos si a posteriori 'usamos el proceso democrático' para estar de acuerdo o discrepar -ya que, después de todo, su intención es provocar bastantes titulares y debates para hacer que todo parezca real y urgente. Cuanto más encendido el debate, mejor. La emoción crea realidad, la realidad exige la acción.
Rampton y Stauber señalan un ejemplo de este proceso, el cual, más de cualquier otro, consolidó la aprobación del Congreso y la gente para la guerra del Golfo de 1991. La repetición de las horribles historias de bebés en hospitales Kuwaitís que eran arrancados de sus incubadoras y morían, mientras los iraquíes enviaban las incubadoras a Bagdad -312 bebés, según nos dijeron.
La historia fue llevada a la opinión pública a través de Nayirah, una enfermera de 15 años quién resultó más tarde ser la hija del embajador de Kuwait en EE.UU. y miembro de la familia real Kuwaití. Nayirah había sido entrenada por Hill & Knowlton la agencia de RP (qué a su vez recibió U$14 millones del gobierno americano por su trabajo de propaganda a favor de la guerra). Su historia fue completamente desacreditada en pocas semanas pero para entonces había logrado su objetivo: había creado un estado mental y emocional en América que nubló la discusión racional.
Como estamos viendo ahora, la actual guerra del Golfo trajo consigo muchos engaños similares: las falsas conexiones que se hicieron entre Saddam, al-Qaeda y los ataques del 9/11, las historias de armas listas para usar que nunca existieron, de programas nucleares inventados. Como Rampton y Stauber muestran, muchas de estos alegatos fueron desmentidos inmediatamente, pero eso no impidió que siguieran contándose.
A lo largo de todo esto, las francotiradoras compañías de PR estaban ocupadas, precondicionando el paisaje emocional. Sus talentos del marketing son particularmente útiles en la manipulación a gran escala del idioma que esta campaña requería. Los Bushitas comprendieron, como todos los ideólogos que se precien, que las palabras crean realidades, y que las palabras correctas pueden minar cualquier oportunidad de discusión equilibrada. Guiadas por la visión abiertamente imperial del Proyecto por un Nuevo Siglo Americano (cuyos miembros ahora son el el centro de la administración americana), las compañías de RP ayudan a manipular el idioma para crear una atmósfera de pánico dónde el imperialismo americano vendría no sólo parecer aceptable sino correcto, obvio, inevitable y hasta amable.
Aparte del incesante 'armas de destrucción masiva', también tiraron al ruedo expresiones como 'cambio del régimen' (la invasión militar), 'defensa preventiva' (atacar a un país que no te ataca), 'regiones críticas' (países que queremos controlar), 'el eje de mal' (los países queremos atacar), 'shock y temor' (eliminación masiva) y 'la guerra al terror' (una excusa general para utilizar las fuerzas del ejército americana en cualquier parte).
Entretanto, le dijeron a los empleados federales americanos y al personal del ejército, que se refirieran a la invasión como 'guerra de liberación' y a los paramilitares iraquíes como 'escuadrones de la muerte', mientras las manipuladoras cadenas de televisión americana hablaban de "Operación Liberación de Irak" -como les pidió el Pentágono- consolidando la idea de que la libertad de los iraquíes era el objetivo de esta guerra. Quien cuestionaba la invasión era 'blando con los terroristas' (liberal) o, en el caso de la ONU, corría 'peligro de perder su relevancia.'
Cuando yo era joven, un tío excéntrico decidió enseñarme cómo mentir. Como él me explicó, no era porque quisiera que yo mintiera, sino porque pensó que yo debía saber cómo reconocer cuando estaban mintiéndome. Espero que escritores como Rampton y Stauber y otros puedan tener el mismo efecto y ayuden a extirpar la cultura de la mentira y disimulo que está haciéndose de nuestros regimenes políticos.
© Brian Eno 2003
Brian Eno
Domingo el 17 de agosto de 2003
The Observer
Cuando visité Rusia, en 1986, me hice amigo de un músico cuyo padre había sido el doctor personal de Brezhnev. Un día estábamos hablando sobre la vida durante 'el período de estancamiento' -la era de Brezhnev. 'Debe de haber sido extraño vivir completamente sumergido en la propaganda', le dije.
'Ah, pero ahí está la diferencia. Nosotros sabíamos que era propaganda', contestó Sacha.
Ésa es la diferencia. La propaganda rusa era tan obvia que la mayoría de los rusos no le prestaban atención. Daban por sentado que el gobierno actuaba según sus propios intereses y que cualquier mensaje que viniera de él venía sesgado, por lo que no lo tomaban en cuenta.
En Occidente la manipulación calculada de opinión pública al servicio de los intereses políticos e ideológicos es mucho más solapada y por consiguiente mucho más eficaz. Su triunfo más grande es que nosotros generalmente no la notamos -o nos reímos de la mera noción de su existencia. Vemos el proceso democrático desarrollándose -debates acalorados en los que sentimos que podemos tener voz- y pensamos que, porque tenemos 'libertad de prensa', sería difícil para el Gobierno difundir falsedades sin que nadie lo denuncie.
Fue necesario algo tan dramático como la invasión de Irak para hacernos mirar con más atención y preguntar: '¿Cómo llegamos aquí? ' ¿Cómo es que en un mundo amenazado por el SIDA, el calentamiento global, más de 30 guerras activas, varias hambrunas, clonación, ingeniería genética, y dos mil millones personas en la pobreza, prácticamente de lo único que hablamos durante un año es de Irak y Saddam Hussein? ¿Realmente es un problema tan grande? ¿O fuimos manipulados de algún modo para creer que el problema de Irak era importante y tenía que ser arreglado de inmediato -aunque unos meses antes casi nadie lo había mencionado, y nada ha cambiado en el interim?
Después de los eventos del 11 de septiembre, parece claro ahora que el susto de los ataques fue explotado en América. Según Sheldon Rampton y John Stauber en su libro "Weapons of Mass Deception" (Armas de Engaño Masivo), el ataque fue usado para crear un estado de emergencia que justificara una invasión a Irak. Rampton y Stauber exponen cómo se fabricaron las noticias e hicieron que pareciera real. Pero los autores también demuestran cómo una unión de quienes detentan el poder -oficiales de extrema derecha, contubernios de neo-conservadores, comentaristas insanamente guerreros en los medios de comunicación y compañías de RP bien pagadas- trabajaron duro para fabricar un producto sensacional de deshonestidad intelectual. El suyo es un estudio de propaganda moderna.
Lo que uno se da cuenta leyendo este libro es que el nuevo acercamiento americano al control social es tanto más sofisticado y penetrante que realmente merece un nombre nuevo. Ya no es sólo propaganda, es 'prop-agenda '. No es tanto el control de lo que pensamos, sino el control sobre qué cosas pensamos. Cuando nuestros gobiernos quieren vendernos un curso de acción, lo hacen asegurándose que sea la única cosa en la agenda, la única cosa sobre que todos hablamos. Y ellos predeterminan la discusión resultante con las imágenes favorablemente seleccionadas, el uso tangencial y prejuicioso del idioma, conexiones dudosas, informes falsos de 'inteligencia' y filtrajes de información seleccionados. (¿Qué otra cosa es el affaire entre la BBC y Alastair Campbell?)
Con el terreno así preparado, los gobiernos están contentos si a posteriori 'usamos el proceso democrático' para estar de acuerdo o discrepar -ya que, después de todo, su intención es provocar bastantes titulares y debates para hacer que todo parezca real y urgente. Cuanto más encendido el debate, mejor. La emoción crea realidad, la realidad exige la acción.
Rampton y Stauber señalan un ejemplo de este proceso, el cual, más de cualquier otro, consolidó la aprobación del Congreso y la gente para la guerra del Golfo de 1991. La repetición de las horribles historias de bebés en hospitales Kuwaitís que eran arrancados de sus incubadoras y morían, mientras los iraquíes enviaban las incubadoras a Bagdad -312 bebés, según nos dijeron.
La historia fue llevada a la opinión pública a través de Nayirah, una enfermera de 15 años quién resultó más tarde ser la hija del embajador de Kuwait en EE.UU. y miembro de la familia real Kuwaití. Nayirah había sido entrenada por Hill & Knowlton la agencia de RP (qué a su vez recibió U$14 millones del gobierno americano por su trabajo de propaganda a favor de la guerra). Su historia fue completamente desacreditada en pocas semanas pero para entonces había logrado su objetivo: había creado un estado mental y emocional en América que nubló la discusión racional.
Como estamos viendo ahora, la actual guerra del Golfo trajo consigo muchos engaños similares: las falsas conexiones que se hicieron entre Saddam, al-Qaeda y los ataques del 9/11, las historias de armas listas para usar que nunca existieron, de programas nucleares inventados. Como Rampton y Stauber muestran, muchas de estos alegatos fueron desmentidos inmediatamente, pero eso no impidió que siguieran contándose.
A lo largo de todo esto, las francotiradoras compañías de PR estaban ocupadas, precondicionando el paisaje emocional. Sus talentos del marketing son particularmente útiles en la manipulación a gran escala del idioma que esta campaña requería. Los Bushitas comprendieron, como todos los ideólogos que se precien, que las palabras crean realidades, y que las palabras correctas pueden minar cualquier oportunidad de discusión equilibrada. Guiadas por la visión abiertamente imperial del Proyecto por un Nuevo Siglo Americano (cuyos miembros ahora son el el centro de la administración americana), las compañías de RP ayudan a manipular el idioma para crear una atmósfera de pánico dónde el imperialismo americano vendría no sólo parecer aceptable sino correcto, obvio, inevitable y hasta amable.
Aparte del incesante 'armas de destrucción masiva', también tiraron al ruedo expresiones como 'cambio del régimen' (la invasión militar), 'defensa preventiva' (atacar a un país que no te ataca), 'regiones críticas' (países que queremos controlar), 'el eje de mal' (los países queremos atacar), 'shock y temor' (eliminación masiva) y 'la guerra al terror' (una excusa general para utilizar las fuerzas del ejército americana en cualquier parte).
Entretanto, le dijeron a los empleados federales americanos y al personal del ejército, que se refirieran a la invasión como 'guerra de liberación' y a los paramilitares iraquíes como 'escuadrones de la muerte', mientras las manipuladoras cadenas de televisión americana hablaban de "Operación Liberación de Irak" -como les pidió el Pentágono- consolidando la idea de que la libertad de los iraquíes era el objetivo de esta guerra. Quien cuestionaba la invasión era 'blando con los terroristas' (liberal) o, en el caso de la ONU, corría 'peligro de perder su relevancia.'
Cuando yo era joven, un tío excéntrico decidió enseñarme cómo mentir. Como él me explicó, no era porque quisiera que yo mintiera, sino porque pensó que yo debía saber cómo reconocer cuando estaban mintiéndome. Espero que escritores como Rampton y Stauber y otros puedan tener el mismo efecto y ayuden a extirpar la cultura de la mentira y disimulo que está haciéndose de nuestros regimenes políticos.
© Brian Eno 2003